tag:blogger.com,1999:blog-11813605395665997452024-03-14T19:25:57.961+01:00Life from a trapezeDiario de una paseante contemporáneaAlba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.comBlogger17125tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-8344428191659894442014-10-13T15:01:00.001+02:002014-10-13T15:02:11.427+02:00Seguimos...<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
... en <a href="http://albagonzalezsanz.es/">albagonzalezsanz.es</a><br />
Disculpa las molestias, pero es sabido que la vida circense es, por afecto, itinerante.</div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-39826456873442437592014-10-09T00:45:00.000+02:002014-10-09T00:45:41.722+02:00Diary<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Una autopista de cuatro carriles en cada sentido. Un tráfico imposible que no entiendo y que me asusta. Sólo pienso un segundo que no voy en un mal coche. Al segundo siguiente, pienso que el asfalto está elevado en muchos tramos y hay abismo. Vamos hacia el interior, al campo. Y es verdad que abandonamos el aire templado de New Haven, más cercano a la costa, y a ambos lados de este monstruo de ruido y gasolina surgen árboles bellísimos de otoño. En medio del campo está la universidad pública de Connecticut. Cuesta creerlo cuando empiezan carreteras secundarias que me recuerdan a esos caminos del norte de España en los que el verde cae sobre la luz y una no sabe muy bien el animal que puede aparecer en un recodo. En este caso, troncos larguísimos de árboles aún con hojas impiden ver las muchas casas que flanquean lo que parece soledad. Ha habido heladas, hay árboles vestidos de rojo fruta en los labios y punzada de deseo. Pero es cierto, en un valle pequeño entre todo este bosque hay un campus enorme milagrosamente integrado, arquitectura, en el paisaje. Me gustan las ciudades, me gusta lo urbano. Las he deseado y añorado cuando como el curso pasado vivía en lugares que no lo son ni de nombre. New Haven, en ese sentido, se parece a Oviedo. Y entre el quiero y no puedo de las malformaciones urbanas que nos aquejan, el campo con sus colores y sus ritmos y ritos y entonces por primera vez desde que estoy aquí estoy tranquila. El espacio no es agresivo y no está transformado. Es. Y quienes viven allí con cierto arraigo -no los estudiantes ocasionales- parecen saberlo y entender los ritmos. Los graneros que son distintos a cómo almacenamos en casa. Los animales, sin embargo, también pacen en el prado mientras cae el sol. Lecherías. Meriendo con una pequeña Emily Dickinson un tazón de café con leche entera de las vacas que están a la vuelta de unos cuantos árboles. Al contrario que la de supermercado, no me sienta mal. No veo cervatillos pero sé que están ahí, escondidos tras los pinos alrededor de la casa, ella me lo cuenta porque ha visto a dos crías mamar confiando en lo humano. Vas a por la cuarta semana en esta tierra y es el primer día que te sientes tranquila, que no estás alerta. Ayudan el idioma, la acogida, las personas comunes cuya protección se extiende hasta este lado del mundo. Pero no estás alerta y el cuerpo disfruta la comida y los paseos y la clase que escuchas y el café en el nuevo <i>downtown</i>, caramelos y poemas leídos en su idioma, helado de calabaza porque es temporada y se acerca Halloween mientras el sol se pone y también se guardan de la noche los caballos. Has vuelto a escribir. A necesitarlo. Incluso has vuelto a necesitar escribir tu tesis y eso te agota porque no tienes el hábito, porque cuesta volver a amar lo que por un tiempo has aborrecido. Pero has vuelto a escribir aquí, tus cartas, las que publicas y las que no, poemas, pensar. Y lo piensas en el campo, escuchando a la pequeña que te habla entre tu lugar que compartís y esta tierra suya y le deseas, a esta pequeña le deseas que no se enfrente nunca a la hora del lobo. Que sepa ser fuerte y de lo diverso armarse para ser de aquí, de lo suyo, de su arraigo y ser también con la mirada extrañada del afuera. Ella prefiere las ciudades, me lo dice, como tomar el desayuno en mitad de la noche, mucha gente. Eso me dicen nueve años de luz sentados en la parte trasera del coche mientras veo en su madre una sonrisa que en un segundo explica el inexplicable porqué de la maternidad. Tú has vuelto a escribir y te preguntas si es que entonces eres, ya eres, con todo lo difícil de este lugar y la distancia. Con todo lo que añoras y te resistes, obstinada, a que nada de lo que aquí te agrede te toque o roce si quiera. Pero en la alerta has vuelto a ser y eso tal vez se lo tengas que agradecer a este lugar, sobre todo al campo, a los árboles de otoño que asienten con la brisa porque has vuelto a escribir y quizás por eso eres. A veces los coyotes se asoman cerca del sendero. La abuela Benigna le decía a Papá que no temiera los cementerios porque quienes hacen el mal son las personas. Los coyotes asoman cuando tienen hambre, les desconcierta el frío. Saber mirarles, como a la osa, y seguir tu camino. Has vuelto a escribir y eres y la vida que afila tus pasos no te lo pone fácil pero también está a la altura de lo que te pide.<br />
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<a href="http://scontent-a-lga.cdninstagram.com/hphotos-xaf1/t51.2885-15/10693846_563535327080037_1114598090_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://scontent-a-lga.cdninstagram.com/hphotos-xaf1/t51.2885-15/10693846_563535327080037_1114598090_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-38088738577016302012014-10-05T00:11:00.000+02:002014-10-05T00:23:21.637+02:00Poetess<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Querida criatura que en el futuro te preocupe la poesía que se escribió entre finales del siglo XX y principios del XXI en este trozo de tierra, hoy se estrena <b><a href="http://www.sedicepoeta.es/" target="_blank"><i>Se dice poeta</i></a></b>, el documental en el que la poeta y directora <a href="http://www.sofíacastañón.es/" target="_blank">Sofía Castañón</a> y el equipo de su productora <a href="http://www.srparaguas.com/" target="_blank">Señor Paraguas</a> (<a href="http://juantizon.es/" target="_blank">Juan Tizón</a> como coguionista y editor, Aníbal Menchaca en labores de sonido y Alejandro López Riesgo como productor) comparten una mirada de género -encarnada- al panorama poético actual a través de entrevistas a 21 autoras nacidas entre finales de los 70 y principios de los 90 del siglo XX; y de los testimonios de otras personas vinculadas al mundo poético, editorial o de la educación. Te escribo esta carta en anticipo porque verás, yo trabajo con autoras que más allá del espiritismo y la literatura nada me pueden decir. Me quedan sus novelas, sus ensayos, su correspondencia pública o privada, sus conferencias, sus alegatos, sus artículos en prensa... Pero no puedo charlar con ellas, no puedo acceder a un registro audiovisual extenso en el que preguntarles esas cosas que suponen los resquicios de significado de una investigación. Te pongo un ejemplo. Hay una autora del siglo XIX que se llama María del Pilar Sinués que es la viva imagen de la contradicción. No es la única en su tipo pero es representativa porque además en su tiempo fue muy famosa: logró vivir sola y de su obra, escribiendo una literatura destinada al naciente público femenino en la que advertía a las demás mujeres de que primero la casa y la familia y luego ya, si eso, hablamos de escribir o trabajar. Es decir, escribía para recomendar aquello exactamente contrario a lo que ella hizo. Sus novelas son bastante melodramáticas, su obra pedagógica requiere grandes dosis de paciencia... pero a mí me divierte muchísimo buscarle las cosquillas y las piezas del <i>patchwork </i>que no encajan. Era una apasionada de su tiempo, del progreso, de su clase social y de su potencial, con convicciones católicas que utilizaba como débil arma para la dignidad de las mujeres y que tenía, sobre todo, una cosa clara: quería escribir. ¿Te imaginas lo que sería un documento, no audiovisual pero en fin, textual, en el que hablar con esa mujer sin la cortapisa de la figura pública como escritora, sin el discurso que debe defender para poder ser en el campo literario? ¿te imaginas que Sinués te cuenta de verdad cómo era su medio literario, cómo la trataban sus contemporáneos en el cara a cara -que escrituralmente se despachaban de forma clara, por otro lado-, cómo era aquello de emprender proyectos de revistas y colecciones editoriales y tener que andar negociando con la autoridad la figura del varón en calidad de "editor responsable", cómo se llevaba con sus contemporáneas, qué opinaba del miedo masculino hacia la histeria femenina, de las opiniones pseudomédicas del siglo sobre las mujeres y su propio quehacer? No sé si te lo puedes imaginar porque si te va a interesar el comienzo del siglo XXI lo mismo el XIX te parece el Cretácico pero... yo salivo sólo de pensar en ello. Tanto es así que cuando avance más con la tesis por aquello de que mi directora no pida mi cabeza en bandeja de plata, lo quiero escribir en forma novelada (que es a lo que me he venido dedicando estos dos últimos años para desgracia de mi investigación). Es decir, a mí me queda la ficción como recurso para responderme y contar ese mundo. A ti te han dejado un documental, además del material no editado, en el que 21 escritoras hablan a la cámara desde sí, desde su aquí y ahora, sin otro condicionante. Te cuento algunos puntos importantes desde mi perspectiva, por si en el futuro sigue existiendo este blog y quieres alguna pista: 1) nos vendieron que eramos libres e iguales -allá entre los siglos XVII y XVIII pero estoy hablando de la denominada transición española- pero ¡oh, sorpresa! como nos creíamos el palabro grande no vimos los tics, la letra pequeña, ni en el medio ni en nosotras mismas y en muchos casos este documental refleja el caer en la cuenta, otra peculiar "transición"; 2) tenemos una memoria lectora que, desde el esfuerzo, ha rescatado a las generaciones anteriores y no lo ha hecho sólo autorialmente, es decir, no sólo en sus obras que podamos conocer o ubicar en una historia literaria, también creo que al darse 2) sucede que 3) siendo cíclico el problema, me atrevería a contarte que por primera vez en la historia reciente nos lo tomamos de una forma distinta. Esto puede ser polémico o entenderse mal, espera que te explico: porque se dio 1) y además vivimos en un mundo tecnológico y ha llovido la de dios y ocurre 2) nos permitimos ironía e incluso te diría que cierto hartazgo hacia lo evidente y cierta sorna y sin que eso desprestigie ninguna lucha ni minusvalore esfuerzos ni nada por el estilo, pues nos permite sobrevivir algo mejor. 3b) lo que te quiero decir, criatura del futuro, es que saber que tienes razón, memoria histórica y posibilidad de expresarte con tus contemporáneas y con contemporáneos y varones que piensan lo mismo que tú porque ellos también se miran sus cositas de la masculinidad y el estar en el mundo no es logro pequeño. Esto conduce a 4) no hay victimismo porque desde esa posición no hay lucha que se gane y 5) no se trata entonces de preguntarse de quién es la culpa sino de 6) pelearnos fuerte y en serio con el lenguaje, que es el medio para todo lo posible y por ello no debemos permitir que nos lo usurpen. Pero 5b), ojo, si no quieres culpa di responsabilidad o causa, que haberla hayla y tiene que ver con el poder, con cómo se montó hace unos cuantos siglos, con el dinero y con mecanismos que aunque no rija una mano concreta hacen felices a muchas manos particulares, de manera que como nadie renuncia voluntariamente a un privilegio, a nosotras y a los varones que de verdad creen que como ellos somos seres humanos, nos toca pelear. Añadiría un 7) por si tú, criatura, eres maledicente, se dice en la teoría y en algunos foros que las mujeres somos tímidas, que no nos gusta exponernos físicamente... y siendo cierto todo eso, que no te asuste mañana, si vas al estreno, en el futuro, cuando caiga en tus manos el documental, ver a 21 personas bien plantadas cada una con su vida, sus libros, sus poemas, sus trayectorias, delante de la cámara sin miedo a significar, en palabra y en cuerpo, aquello que simple, radical, verdaderamente quieren ser. No me des las gracias, que esto es guerrilla. <br />
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<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUABNjaN5lVLIBGaUPYQf-7jKH71N9zkfKel1O3umJE7w864slRyNF3hQ-NGnxVJ-FTBSBG5apF6eQZnWWnWOgEJebUQ6uMw5HZkM_KDkxd4nmkZ291LPU4PUKcq433x6Dh52ss6oXNxI/s1600/sedicepoeta.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhUABNjaN5lVLIBGaUPYQf-7jKH71N9zkfKel1O3umJE7w864slRyNF3hQ-NGnxVJ-FTBSBG5apF6eQZnWWnWOgEJebUQ6uMw5HZkM_KDkxd4nmkZ291LPU4PUKcq433x6Dh52ss6oXNxI/s1600/sedicepoeta.jpg" height="400" width="282" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><b><i>Se dice poeta</i></b></td><td class="tr-caption" style="text-align: center;"><br /></td></tr>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-87481729494753651332014-10-04T02:59:00.000+02:002014-10-04T02:59:51.598+02:00Co-op<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Querida Noelia, entre este poblachón y tu París, queda claro cuál de las dos escogió la estancia en un sitio con glamour. No sabes lo que te echo de menos: ser vecinas este curso pasado es una de las experiencias que más me ha marcado, más bonita, más importante. Nos cuidamos bien. Y las dos sabemos lo que importan los cuidados, físicos y emocionales, los detalles pequeños. Mesa bien abastada y deseo de escuchar. Esta casa de catálogo de ikea es más un hotel, las conversaciones son agradables pero superfluas. Breves, en todo caso, en el momento de la cena cuando todo el mundo confluye en la cocina para luego desaparecer en su habitación. Para que te hagas una idea, hay una mesa enorme... ¡sin sillas! El único gesto de relación con la casa que he advertido en uno de los nuevos compañeros es el ritual de regar las muchas plantas que hay en las zonas comunes. Una parte de mí lamenta esta sensación de no-casa, de hotel o trinchera en mi propia habitación; la otra agradece la intimidad porque da lugar a la introspección y, tras estos meses, seguro que intuyes que no me viene nada mal. Te decía que nos cuidamos mucho y aunque fue en muchos sentidos, también lo fue en el práctico, en el material. Y hoy que me veo organizando la compra tras la última visita al supermercado, hoy que estoy en la tierra madre del materialismo, me apetecía contarte algunas cosas al contraste de esas de lo práctico, lo diario, lo minúsculo, que sin embargo suman y distinguen y vienen a no molestar a aquellas no materiales que de verdad importan. Enseguida me vas a entender. Importa que tú y yo tengamos una educación con la comida similar y que eso nos haya permitido compartir muchísimo al calor de los fogones: desde la perspectiva inicial que valora el alimento como esencial por encima de otros lujos superfluos hasta la posibilidad de intercambiar recetas, productos, trastos... Cada vez que entro en Elm City Market te invoco. Te pienso. ¿Cómo se las ingeniaría mi novia para comer bien, como quiere comer, con lo que hay a la venta en este bendito lugar donde te venden el perejil fresco a 3 dólares? Por lo que llevo observado -y al no tener coche no tengo acceso a los centros comerciales de la periferia- en esta ciudad hay varios supermercados para pobres, un supermercado cooperativo con productos ecológicos y de proximidad, y pequeñas tiendas de barrio en los barrios de más dinero que evitan que haya que desplazarse al exterior de la ciudad o a los super convencionales. Entiéndeme el pobres: grasazas a 1$. La extracción social, racial y el perímetro de la clientela se mensura a ojos vista. Para lo que no importa, yo voy a los primeros. Para la comida, al cooperativo, el del perejil a ojo de la cara. Echo de menos el término medio, es decir, en casa yo no compro en el club del gourmet pero entre eso y el super más tirado hay una oferta amplísima que permite, con un bolsillo precario, tirar bastante bien. Aquí eso es imposible y genera una brecha. Me gustaría saber si sucede igual en todas las ciudades del país, porque lo cierto es que conduce a la esquizofrenia: es difícil comer sano a precio razonable pero es tremendamente accesible todo lo relacionado con el deporte y la cultura del culto al cuerpo. Como si pudieras atiborrarte de grasa de la mala y luego ya expiarlo en el gimnasio, con botes gigantes de mierdas para fijar musculatura, perder líquidos o <i>kill</i> lípidos. Desde casa puede parecer que me he vuelto paranoica, pero cada día es una fiesta. Nunca he sido tan consciente de lo que como, ya sabes que yo no tengo especial querencia ni discursiva ni estética hacia lo orgánico. En todo caso -en muchos casos- un prejuicio marxista al respecto de lo que acaba siendo una distinción de clase más que una preocupación real por el medio, la producción o el cuerpo. Soy de terruño: para mí lo que le va a mi organismo es la huerta de mi tía Luisa, la carne de matanza, el buen pescado del Cantábrico. El amor al preparar, la paciencia en la cocina. Pero claro, aquí el <i>modus vivendi </i>es <i>fast and furious</i>, no otra cosa se puede hacer cuando los electrodomésticos son lo de lo mejorcito pero no hay sillas para sentarse a dar palique a quien te está preparando una cena rica. Fin de lo material. Quería compartírtelo porque mucho tenemos hablado de estas cosas y me siento menos obsesionada al respecto si lo escribo y si pienso que serías una estupenda vecina aquí en New Haven. La sociología de supermercado se me iba a hacer mucho menos cuesta arriba. Volvamos a los otros cuidados, los que se elevan por encima de éstos, acolchaditos en el amor de la lumbre y la copa de vino.Que nadie se engañe, la estancia de investigación no la valora la institución académica española como se merece. Como todo en casa, es un mérito al peso pero no al poso. Da igual que hagas o que no hagas, al final habrá una línea que remitirá a una universidad de más o menos prestigio. Pero tú y yo sabemos que en realidad es tiempo regalado al trabajo, tiempo en suspenso de otras obligaciones o cuitas.Tiempo para leer y escribir sin nada más, aunque todo lo demás se venga por gusto o inevitablemente con nosotras. Pero no somos máquinas y estamos lejos estos tres meses. Quería escribirte porque aquí hay dos tiendas de segunda mano que te volverían loca, porque no tengo casa al regreso pero sí cuchillos para la mantequilla, porque es raro invitarte a un espacio que aún no es pero tienes que saber que las puertas del mar están abiertas. Porque te tienes que cuidar, novia, en lo material y en lo otro. Y como no te puedo picar para el vino, el hummus y la música, te lo pido por aquí.<br />
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<a href="http://photos-d.ak.instagram.com/hphotos-ak-xfa1/10598702_291136547749363_864970325_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://photos-d.ak.instagram.com/hphotos-ak-xfa1/10598702_291136547749363_864970325_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-56412559872149753332014-10-02T04:18:00.000+02:002014-10-02T04:18:42.182+02:00On bravery<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Querida Natalia, tu correo de la semana pasada vuelve a mí cada vez que preparo mi té de media tarde. Te confieso que escribir una respuesta se me antojaba difícil porque siempre has sido tan generosa conmigo, han sido tantos tu amor y tu luz, que yo sólo puedo ver de mí aquello que no está a la altura de tu mirada. No digo esto desde un autocompadecimiento que desee nuevas bonitas palabras para sentirse bien. Por suerte, de ese hábito infantil me voy desprendiendo. Lo digo porque pienso que es mi cobardía la que me hace valiente. No soportarla, saberla existente, sentirla como un veneno paralizante y contradictorio, que me hace peor y que representa todo aquello que no me gusta, me hace dar siempre el paso que externamente pueda decirse valentía y que a mí me cuesta toda la fuerza, que casi parece a veces más la última brazada, la desesperación antes de la asfixia. El paso. Hacer. Cambiar. La cobardía se expresa en distintas maneras: la resistencia al cambio es la más obvia, pero también el dejar pasar las cosas, el adaptarse como un reptil al medio (y ahí invoco a nuestra Sara: los animales de sangre caliente no podemos confiar en los de sangre fría), el decir "yo simplemente obedecía órdenes". Sobre estas cosas pienso siempre pero hoy me veo aquí. Y tú no lo sabes, pero "aquí" ha cambiado ligeramente en estos días: tras el viaje accidentado a Nueva York del fin de semana en el que no logré hacer de lo que me proponía más que visitar y pasar tiempo con los dos soles que desde allí me cuidan, las circunstancias me han hecho cambiar de guarida para que así fuera, para estar mejor. Pero no siempre se me ha dado bien estar mejor. Me interrogo con sorpresa pues a veces si me paro a pensar quién soy, qué hago, mi cuerpo, mis manos, los objetos que me rodean, los textos... si me paro a pensar no termino del todo de reconocerme. O sí, pero de una forma tan sorprendente, tan nueva, que simplemente se produce un corte en el pensamiento que me impide saber cuál es el giro de este tiempo hasta ahora: a trancas y barrancas, con todo el miedo, con toda la resistencia cobarde, he sido capaz de hacer por estar mejor, de hacer. De caminar. Me enredo al hablar de estas cosas pero creo que no te será del todo difícil tirar del hilo. No lo será porque si algo a mí me ayuda (antes, ahora y lo seguirá haciendo) es el ejemplo, la experiencia compartida. Por eso creo que la carne tiene memoria y que el contacto nos hace compartir ese saber, hacerlo tribal y genealógico. Te tengo tan presente desde que te conozco... en cada decisión, ante cada noticia, sea buena o sea revés. Puede que seas la persona que mejor comprende porque más comparte lo que soy como ser hacia lo externo -trabajo, escritura- y lo que soy, podría ser, no quiero ser, no sé si he sido hacia lo interno. Te tengo presente porque ninguna vida amada puede pasar por la nuestra sin afectarnos, directamente o en su ser, en su hacer, diciéndonos en su desarrollo las opciones del camino. Siempre lo he sentido así y cada persona que llega nueva, las poquitas que entran a fondo en este corazón siempre tan cerrado a lo vacuo y lo superfluo, todas ellas están presentes, son parte, se agarran a la carne e iluminan las sombras del camino. He buscado luces, estos días. Salvo excepciones, todas estáis lejos y las no humanas, las de la ciudad, aunque benévolas, no dejan de ser fantasmagóricas, alucinadas, falsas como muchas cosas que me rodean en esta tierra. Y sin embargo aquí estoy, pensándote, deseándote dormida y en el descanso, antes de la guerra diaria de esos dos seres bellos que crecen de ti. Aquí estoy, como dice una de mis canciones favoritas de las que cantó Eva Cassidy, <i>with a penny to my name</i>, con nada, con esta que soy, para ser valiente.<br />
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<a href="http://scontent-a-lga.cdninstagram.com/hphotos-xaf1/t51.2885-15/10665979_1485029411760861_571388040_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://scontent-a-lga.cdninstagram.com/hphotos-xaf1/t51.2885-15/10665979_1485029411760861_571388040_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-14217555659637478262014-09-27T03:37:00.000+02:002014-09-27T03:37:18.131+02:00Ey, babe..<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Amor, ¿recuerdas que te dije que este fin de semana quería ir a Nueva York? Es la Feria del Libro Dominicano en la ciudad y homenajean a un poeta admirado, también profesor, Rei Berroa. Lo conocí hace un par de años largos en Salamanca y fue un placer y todo un aprendizaje recitar con él, así que me apetece muchísimo el reencuentro. Y será ocasión de ver con más calma a Valeria y a Cris, y espero que de comer cosas sabrosas, de mezclar con vino palabras de casa, de Chile y de Bolivia. Lo necesito un poco, la verdad. Vivir aquí es en el fondo vivir en un campus y, en ciertos sentidos, resulta agotador. Tienes algo en el mail, por si estos días, comunicarse es más difícil o más salto. Está en pruebas, como todo, pero las lecturas de la semana al margen de la tesis se me escapan de las manos y motivan la escritura. Quise hacer un poco de homenaje a cierta poesía alrededor de mitad del siglo pasado, a los exilios, y por eso la forma que no es tan yo pero últimamente sale así. Experimento, tentativa. Quise jugar con la temática amorosa que es lo que esas poetas que recalaron en este trozo de tierra más escribieron, en la estela de Pedro Salinas, de Juan Ramón Jiménez. Ellas, yo me arrimo a su ascua y tan tranquila. No quise hacer tampoco poesía de campus universitario, que siempre me ha parecido un horror, pero... te quise a ti en este aquí nuevo. Y el poema trata de decirlo.<br />
<br />
<i>Quiero encontrar el texto que formule</i><br />
<i>la soledad interior, la noche de los cuerpos,</i><br />
<i>la ausencia de ti y lo que somos,</i><br />
<i>a pesar de las aguas que yo abrazo</i><br />
<i>al alejarme en busca de mi centro.</i><br />
<i>Quiero hablar de las hojas de los árboles.</i><br />
<i>Del frío que envejezco y hace surco</i><br />
<i>la piel que lamerás en el invierno.</i><br />
<i><br /></i>
<i>Quiero hablar de los versos que descubro,</i><br />
<i>sus exilios, autoras, el desvelo</i><br />
<i>de una tierra escindida y ese miedo</i><br />
<i>al regreso feroz del hambre abierta.</i><br />
<i>Quiero encontrar la forma de decirte</i><br />
<i>mi elección en tu amor, la firme esencia</i><br />
<i>de lo que llega a la vida porque es vida</i><br />
<i>y ninguno teme entonces a la muerte.</i><br />
<i><br /></i>
<i>Cae la tarde despacio con el peso de acero</i><br />
<i>de la industria cercana, las obras, la autopista.</i><br />
<i>Quiero medir el pulso a la ciudad extraña,</i><br />
<i>el contorno del río, el puerto herrumbre,</i><br />
<i>los cascos podridos de las barcas.</i><br />
<i>La dimensión exacta de sus gentes</i><br />
<i>en dinero y color, lenguas lejanas.</i><br />
<i>Lo que hay de común. Lo diferente.</i><br />
<i><br /></i>
<i>Quiero apresar la luz en los ladrillos,</i><br />
<i>imaginarme desnuda en cada casa</i><br />
<i>y pisar leve olmo leve ardilla</i><br />
<i>las maderas del suelo hacia la cama.</i><br />
<i>Y despacio acercarme hasta tu sueño</i><br />
<i>y despacio adentrarme entre las sábanas.</i><br />
<i>Que la luz sin persianas te despierte</i><br />
<i>justo antes del beso, la llamada.</i><br />
<i>Leve olmo leve ardilla que desiste</i><br />
<i>la escritura, el texto y el empeño,</i><br />
<i>pues es solo animal que ante ti siente</i><br />
<i>los arcanos secretos de su cuerpo.</i><br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://scontent-b-lga.cdninstagram.com/hphotos-xfp1/t51.2885-15/1922485_764087666986454_1691227733_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://scontent-b-lga.cdninstagram.com/hphotos-xfp1/t51.2885-15/1922485_764087666986454_1691227733_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-81023640000290092892014-09-25T02:41:00.000+02:002014-09-25T02:41:25.057+02:00Go as local as you can, but...<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Querido Lucas, eres sin duda la persona de mi vida que mejor conoce la cultura urbana de Norteamérica sin que ello te suponga, jamás, gestualidad estúpida o engreímiento derivado de una referencialidad que se percibe en otros países, el nuestro entre ellos, como rasgo de estilo, pose o identificación elitista. Me explico. Tú no te travistes, eres. Tu identidad tiene sus <i>roots </i>donde ya sabemos, las llevas en la piel. Ello no impide que cierta mirada al reconocer lo tribal en otras latitudes te aproxime al entendimiento de este lugar de la única manera que a mí me merece respeto. Todo esto cruzó por mi cabeza a la velocidad del rayo cuando me di cuenta de que James Street no era el decorado de una película y en los soportales de sus preciosas casas de madera destartaladas no había actores ni la música era extradiegética ni las miradas intimidatorias a la extraña, una indicación del guión. Por las mismas, también supe rápido que eran las tres y poco de la tarde, varios colegios a lo largo de lo que es más bien avenida, criaturas correteando a esos preciosos, preciosos autobuses amarillos. Hay algo extraño en estar aquí porque no me siento de aquí, no siento pertenencia hacia lo que significa Yale, ni siquiera el respeto intelectual hacia las personas que aquí trabajan bien o hacia su biblioteca consigue que me sobreponga a la sensación de otredad constante en esta universidad. Sé que no puedo, con mis raíces, ser parte. Es curioso porque la universidad norteamericana ha sido históricamente destino de exilio que ha tratado muy bien a quienes desde España recalaron en sus aulas. Y no dudo de que así sería, de que así sigue siendo. Hoy he descubierto que mi tutora aquí, además de ser experta en nuestro siglo querido y poeta, es experta en ciertas poetas, autoras, entre ellas una que por completo desconocía. Hoy descubrí que su mentora fue una exiliada española que trabajó aquí hasta llegar a la cátedra, que llegó aquí tras educarse bajo el manto de la Institución Libre de Enseñanza, auspiciada por Jimena Menéndez Pidal... Marina Romero, se llamaba. Y dejó un hondo impacto en profesoras que han hecho brillantes carreras como hispanistas y la conocieron cuando tenían 20 años en el <i>college </i>femenino en el que enseñaba literatura española. Es hermoso eso. Que alguien te dé una lengua, te dé palabras, te enseñe a amarlas. Tú y yo sabemos lo que es, tenemos la suerte de Carmen Alfonso en nuestras trayectorias. Me dijiste, <i>go as local as you can...</i> pero hay un punto en el que no puedo porque yo soy parte, con mi estancia, en mi etiqueta externa y en lo que significo con apenas la descripción de mi estar aquí -<i>grad student</i>, Yale- de ese extremo de la ciudad que vive al margen de lo que ocurre al otro lado del río y su industria. Leíste <i>Rebeldes </i>tarde como para que te hiriera, pero recordarás el río, el símbolo que delimita los espacios de cada tribu. De eso se trata, en realidad, en cierto modo: mi tribu tampoco es la del otro lado del río en su parte más sórdida, si bien allí también viven quienes sí son fácilmente identificables con una clase trabajadora a la que pertenezco. Mi tribu no está en la zona mexicana de la ciudad, pero no es tampoco parte del espacio universitario que me acoge. Esa escisión, que siempre ha estado en mi vida, es ahora palmaria. Siempre consciente de que era mi capacidad, no el dinero, la que me ha permimitido moverme en ámbitos intelectuales, de investigación, en los que de forma clara la mayoría de personas no provenían exactamente de mi mundo. En ese debate fascinante sobre la existencia y condición de las clases medias españolas del siglo XIX yo soy síntoma de esa indefinición en el que ciertas cualidades -la inteligencia, la palabra- permiten la movilidad. Esta ciudad tiene, al menos, dos corazones. Uno debería abrazarlo con agradecimiento servil y gregario. Pero yo me fui del Consejo Superior de Investigaciones Científicas porque eso no me deslumbró, <i>au contraire</i>... El otro, en el que me siento en peligro pero en mi sitio, tampoco es del todo mi lugar. Por eso mi calle, encrucijada, frontera, está entre las raíces de esos dos corazones. Quizás porque esto siempre va a ser así. Quizás porque lo bueno es la alerta que previene ante el falso neón, ante el también falso engrandencimiento de lo pequeño para dignificar lo que en el fondo se aborrece. El parque cerca de la casa está lleno de robles. Te puedo escribir esto porque tú, allá donde te lleva la vida, desde que te conozco, no olvidas su exacta dimensión, de las ramas a la sombra. Admiro eso en ti. Pienso en ello hoy que reflexiono sobre el dónde, sobre el qué, sobre el quién. Hoy que invoco las dos líneas de CV de esta estancia para no verme forzada a ningún espacio que no quiera encarnar. Hoy que pienso con miedo que si tocan exilios, si esta tierra tiene otra vez que abrir sus puertas, que estemos cerca, que no falte el amor, que por nada del mundo tengamos que vivir trasplantados sin raíces.<br />
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<a href="http://scontent-b-lga.cdninstagram.com/hphotos-xpf1/t51.2885-15/1971449_625362814239488_356545539_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://scontent-b-lga.cdninstagram.com/hphotos-xpf1/t51.2885-15/1971449_625362814239488_356545539_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-56410760202018535842014-09-23T15:04:00.000+02:002014-09-23T15:04:34.578+02:00Homeless, homesick<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Querida Lara, cada mañana, mientras el agua caliente sale de la ducha y yo me atrevo tímidamente a meterme debajo (y no quiero imaginarme cuando lleguen el frío y la nieve...) saco mi jabón y le rezo a las diosas tutelares que nos enseñan siempre lo importante que es saber cuidar de una misma. Y, entre esos cuidados, el aprecio sencillo por los gestos pequeños, por las rutinas de calor y comodidad que se van estableciendo en la distancia. Me regalaste una pastilla de jabón delicado y perfecto porque decías que en esta tierra son poco de gel y sus pastillas tiran más al estropajo que a los aceites esenciales. Parece que en estos años han descubierto las maravillas de los botes. No muy grandes y no muy económicos, te diré, pero ése es otro asunto. He localizado al menos una marca que me gusta y, sin embargo, cada mañana froto despacio por el cuerpo la pastilla de jabón, en un rito que resultaría intraducible porque resume la calidez de casa, la piel que añora caricias, cosquillas y tactos amados. Esa pastilla es el baño de Enzo y la tersura nueva de su vida que crece. Es achuchar a Talita hasta que ronronea y después saca las uñas y se quiere ir corriendo a jugar. Es el olor que tienen las fotos de empanada que Mamá me envía amenazando con prepararme decenas cuando vuelva. Es la certeza de mi hermana cuando me manda mensajes de voz por Whatsapp. Es todo eso y cabe en la palma de mi mano. Hace unas noches fue la cena de bienvenida del Departamento. Una sala en uno de los edificios de la universidad, buffet de comida griega, gente reencontrándose después del verano. Conocí a algunas de las personas que hacen sus doctorados aquí, agobiadas todas porque parecen tener a la vuelta de la esquina los temibles exámenes de su tercer año. Charlando con una pareja limeña descubrí algo que ignoraba: New Haven es una de las ciudades más pobres de Estados Unidos. Si sacamos Yale de la ecuación, el lugar se desmorona. Eso me sirvió para empezar a entender algunas cosas: la cantidad de gente que no hace nada por los parques o las calles, la mendicidad, las advertencias de mi <i>landlord </i>sobre caminar en sentido contrario al centro desde mi barrio. Me acordé de tu trabajo sobre personas que viven en la calle en Chicago. Y pensé entonces que eres valiente porque, en fin, el choque cultural de la ocupación del espacio por clase, sexo y raza no está siendo menor. Mi edificio marca la frontera entre el centro y los suburbios. Estoy contenta de vivir aquí. La gente del edificio se parece y no se parece a mí, en todo caso se le intuye preocupaciones similares (algún curro más o menos precario, los amores, los pequeños gestos de cuidarse y quererse que en ocasiones te comparten al invitarte a vino o sacar a sus gatazos de casa para que puedas acariciarlos). No me sucede lo mismo paseando por las calles del campus, la verdad. Es imposible adquirir en tres meses la experiencia de la ciudad, pero desde luego más imposible sería desde su centro inmaculado en el que si temes moverte a oscuras de la biblioteca a tu <i>college </i>sólo tienes que llamar para que un amable policía universitario te escolte poco menos que hasta dejarte en zapatillas en tu habitación. Entendí un poco mejor la paranoia con la seguridad de la institución universitaria pues parece ser que esta ciudad en concreto -en el contexto de los prósperos condados de su alrededor- es peligrosa y tiene índices de criminalidad al nivel de urbes mayores del país. Es curioso porque yo no he sentido peligro en ningún momento, aunque sí extrañeza y poco deseo de poner un pie en la calle cuando cae la noche. Volviendo de esa cena, el taxista que me recogió me dejó consternado frente a mi edificio. Yo le miraba sorprendida porque en fin... perdóname el tópico, pero el buen hombre daba miedo en sí como para que a mí me preocupara, más que mi calle, que el taxi me llevara realmente a ella... Estoy contenta de vivir aquí porque será la única manera en la que pueda decir que, dentro de la excursión de mi estancia, no estuve del todo de vacaciones, en la mirada privilegiada de quien ni siquiera ve. Por eso me acordé de tu profesor y tu trabajo sobre los <i>homeless</i>, hoy que a mí me aqueja un poco de <i>homesick </i>porque fuera de las rutinas de trabajo, lectura, escribir, observar, echo de menos casa y la forma tan otra en que habitamos los afectos y el espacio. Pero me regalaste también -eso fue previo a este viaje pero en el arranque simbólico de este viaje- ese vinilo que dice "en ocasiones vuelo alto" y una vez en la pared, una vez fui capaz de mirarlo cada día, pienso que se incorporó de algún modo como clave o click o cosa ante mudanzas o camino. Tú te mudas pronto y te imagino mirando de reojo el ordenador porque en la mente hay cajas, muebles, nuevo orden para los libros amados. No te deseo suerte porque el Bosque la lleva en su interior. Voy a lamentar que octubre me pille en otros colores de otoño, en esta latitud, y no poder estar cuando inaugures ese refugio que va a ser, junto al mar, magia de casa. Porque será techo y será, claro, antídoto perfecto contra la nostalgia.<br />
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<a href="http://photos-c.ak.instagram.com/hphotos-ak-xaf1/10683946_382594241904770_2135638077_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://photos-c.ak.instagram.com/hphotos-ak-xaf1/10683946_382594241904770_2135638077_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-79330242426641967142014-09-20T23:32:00.000+02:002014-09-20T23:37:16.620+02:00Google Street View<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Nos despedimos hace un rato, pero yo sigo dándole vueltas a la conversación. Quizás porque mis días aquí tienen que ver con relacionarme todo el tiempo con personas nuevas, con el ejercicio del idioma y sus barreras en esto de saber si interpreto o no del todo bien lo que me dicen, quién me lo dice... De pronto me acuerdo de la cena de hace dos noches porque demuestra el error de mi
percepción general de las personas. Déjame que te cuente. Te he dicho
que pienso que sueles dar y no juzgar, que tu mirada hacia quienes se
acercan a ti es absolutamente limpia. La mía, no. No lo ha sido nunca y,
aunque cada error me recuerda lo que arriesgo, lo cierto es que me
cuesta no funcionar con un prejuicio inicial. Me funciona bastante, así que lo mantengo como principio. Sucede que a veces personas que juzgué bien se revelan
mezquinas, pero esa casuística me importa menos que su contraria:
personas que juzgué mal y que me dan una lección. Pero maticemos el
verbo juzgar, tal vez sea demasiado tajante. Tal vez sea mejor decir
situar. Los gestos, el cuerpo, los movimientos, el habla, la forma de
reír, de interactuar, todo ello más que el aspecto, la ropa o las
palabras incluso. Todo ello sitúa a la persona que se nos acerca nueva y
a veces sucede que equivocamos su clasificación. La que yo creía novia
pero es sólo amiga de mi compañero de piso me pareció, de entrada, un
sofisticado estereotipo de jóvena local. Sofisticado por elegante, que
aquí el buen gusto en el vestir tampoco te creas que abunda. Tal vez su
entonación cantarina y que, en principio, yo sentí que me estaba
haciendo un vacío como una catedral, no ayudaron mucho. Me faltaban
coordenadas, sin embargo. Porque conforme avanzó la cena, me fui
desatascando con las palabras, Matt se fue a por tabaco y nos quedamos
solas, resultó que tengo más cosas en común con esa chica cuyo nombre no
retuve bien y por tanto no sé escribir, de lo que pensaba. Y en ese
rato solas, con la excusa de la diferencia cultural y de comparar experiencias, hablamos de afectos, de la familia, de los estudios, de cómo es
vivir en esta ciudad y de cosas como ser una chica educada, <i>raised</i>, como
tal en este pueblo (no andar sola por la noche, no quedar con
desconocidos, vigilar tu ropa, tus palabras, tu cuerpo, a ti, todo el tiempo). No para
hacer grandes amistades, entiéndeme. No se trata de eso. Pero se abrió
una ventana de comunicación donde yo había juzgado equivocadamente
hostilidad, incluso cierta competencia, un desprecio entre féminas
educativo y patriarcal. Y. ¿sabes de qué me di cuenta, amor? De que era
yo quien estaba cayendo en todo eso: yo la que quizás por una voz
cantarina y una cierta actuación estética la estaba juzgando más simple.
Yo que me rebelo cada día contra eso y tal vez me enfrenté a mis
propios temores, necesidad de encajar, algún yo adolescente que se sigue
viendo fuera de foco, en la transparencia, que activa el resorte de la defensa intelectual cuando se siente amenazado. Tal vez me he enredado
demasiado, pero... tú no te habrías equivocado con ella y ella no
merecía mi equivocación. Por eso quería contártelo: en el fondo
no se trata de dejar de ser como se es, de sacarse el corazón o la manera
de sentir. Tal vez sólo de mirar mejor en una, en uno para tener siempre el
referente en nuestra conducta, en nuestro ser, en nuestro talento, pensamiento o capacidad. No ponerse por encima, pero tampoco por debajo. Situarse.
Eso que me cuesta hacer aquí y que poco a poco. Situarme. Cuando sé con
el cuerpo y cada centímetro pequeño de piel que mi lugar está lejos
pero para ganármelo he de merecer esta oportunidad, he de aprovecharla.
Ganarme el derecho al mar... Curarme. Salitre. Para situarme tuve que cambiar de plano físico. La cena de hace dos noches es la prueba de que me equivoco y a veces olvido la frontera, estar siempre ahí, lo importante que es salirse de una para estar bien del todo.<br />
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<a href="http://photos-b.ak.instagram.com/hphotos-ak-xaf1/10617051_1550215925212553_1267179758_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://photos-b.ak.instagram.com/hphotos-ak-xaf1/10617051_1550215925212553_1267179758_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-10338552529204181872014-09-16T13:27:00.000+02:002014-09-16T13:32:15.788+02:00Check your mail<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Querida Sofía, contestar a tu correo era escribir y por eso escribir y contestar así a tu correo. No tengas en cuenta cierta desconexión porque el cuerpo todavía no está del todo aquí. Los ritmos del sueño son más nocturnidad en casa que adaptarse a este sitio. Lo supe ayer: regresaba de Ikea y el suelo de madera de la habitación estaba cubierto de embalajes, cartón, mi maleta, cargadores de móvil. Llegan desde España los besos de buenas noches pero aquí apenas son las ocho de la tarde, maldita sea, estás aquí, estoy aquí. Tres meses y debo aprender pronto a que la cabeza viva en los ritmos de este sitio, a que el cuerpo se deje engañar por el aire frío de New Haven que en el fondo no suena tan lejano del todo a sus costumbres. Debo porque temo esta irrealidad del idioma y la observación. Lau lo llamó excursión y en cierto modo así es, pero tal vez no se pueda estar tres meses en una extraña frontera de palabra y mirada y que eso sea sano. No te preocupes demasiado, las horas de jetlag pasan factura y a cada golpe de sorpresa desagradable en esta tierra se produce un pequeño milagro absolutamente humano, al margen del inglés precario que todavía no sale del todo, de la teatralización constante de los gestos corteses con los que aquí se relacionan. Pero no te he contado el viaje, espera, que vuelvo al inicio. Todo el mundo estaba en lo cierto cuando decía que no se nota el aire en los aviones que cruzan el Atlántico. Pero yo contengo el aire porque si me permito pensar por un segundo hacia dónde voy quiero bajarme. Es momentáneo. A la vez me siento increíblemente tranquila y segura y con el corazón acolchado con una manta de lana suave y fuego y es extraño porque en las ocho horas no logro dormir, ni leer, ni pensar. Un cierto vacío tranquilo hasta que empieza el baile del control de aduanas en el JFK. Lo libro con bien e impaciencia, casi una hora hasta que recupero la maleta y trato de reconocer a Cris y al hacerlo, a Valeria, claro, porque ella lo manda y enseguida entiendo por qué. Taxi a la ciudad y primer impacto de imágenes que veo desde fuera. Creo que te pasaría algo parecido, que a cualquiera de la tribu le pasaría por la cabeza el pensamiento fugaz de "esto yo ya lo he visto, tantas veces he estado aquí". Pero es Nueva York y en unas horas, cenamos tempranamente en Times Square que parece gastar 18 millones de dólares al día en toda su luz. Empiezo a observar lo que sé, pero en fin, no por obvio es menos impactante: los trabajos tienes colores, formas y escala social. De la piel al peso a la lengua cambian y estamos en una cadena de comida enorme y rápida. Somos cinco, están aquí también la mamá de Valeria y una de sus hermanas. Me voy pronto porque el sueño llega de golpe. El trayecto sola en metro me hace pensar por primera vez, pero no ha sido la última, que estoy aquí y que algo extraño hace asumirlo, como si no importase, como si el viaje, la distancia, la vida, no se vieran alteradas. Todavía no sé explicarlo. Estoy aquí. Duermo a trompicones pero de forma profunda y a la mañana siguiente me despido de la ciudad con un brunch, las bendiciones de la mamá de mi amiga y una pulsera talismán. Hemos visto mil veces Gran Central pero es el primer sitio que me impacta como si no fuera una referencia. No sé si alguna vez supe de las enormes constelaciones en la bóveda lejana, elevadísima. Dos horas de tren por un paisaje a medias inglés, a medias cuadro de Hopper o contemporáneo me dejan en New Haven. Dejo los trastos en la habitación del hotel, aviso en casa y salgo a escape, con mi mapa, a ver una de las habitaciones que tenía en mente. Tengo que tener suerte porque no quiero arruinarme pagando noches de hotel. Este lugar es pequeño y agradable. Es lo que me da tiempo a ver conforme tomo Chapel Street y echo a andar en dirección contraria al centro. Paso un barrio residencial, con edificios históricos pero de algún modo cuidados sin estar habitados por personas que parezcan poder pagarlos. En un parque, hay una estatua de Cristobal Colón. Pienso que necesito un libro de historia de esta ciudad. Por fin, llegó al número, al edificio de ladrillo y hormigón que alberga la habitación desde la que te escribo. Porque, creo, tuve suerte. El landlord se llama Harry y aunque probablemente sea de aquí tiene aspecto de inglés excéntrico. Entramos en el edificio: madera, techos altos, paredes claras, puertas metálicas, montacargas industrial y antiguo que sirve de ascensor. En el apartamento, el que ahora es mi compañero se afana con una cajonera de Ikea entre lo que parecen juramentos. Creo recordar, por los mails previos a mi llegada, que es broker o economista o algo por el estilo en una de estas malvadas agencias de calificación. Parece agradable y dudo si la franqueza es cultural o es cierta porque empiezo a intuir ciertos resquicios en la performance. La habitación es norme y sé que te encantaría, sé que habrías sentido la misma punzada que yo pensándote en ella, escribiendo en ella, leyendo en ella, viviendo en ella. Debe tener entre 25 y 30 metros, una ventana que da a árboles y calle y que se levanta hacia arriba. No hay, claro, persiana, cortinas, por eso lleva un buen rato amaneciendo mientras te escribo. Un sofá cama desnutrido y las dos puertas que dan acceso al armario enorme, con luz, donde ahora reposa la ropa de mi maleta. Una de las paredes es abuhardillada. El baño es grande y, albricias, con lavadora y secadora. Recuerdo preocuparme en los días previos al viaje, de manera obsesivamente idiota, por dónde lavaría mis cosas, por la razón inexplicable para mí de que esta gente no suela tener en las viviendas su maldita y propia washer. Pero aquí sí. La cocina es grande y tiene absolutamente de todo. Frigo de dos puertas, cocina de gas de blog angelical, micro, horno, lavavajillas, maderas claras. Hay cacharros para cocinar cuyo funcionamiento ignoro. Acompaño a Harry a su vivienda y me cuenta las condiciones, me parecen bien. De vuelta al centro, observo un supermercado, las tiendas, la lista mental de todas las cosas que tendré que hacer mañana. Ceno en un sitio cerca del hotel con una cerveza que me sabe a cielo bien ganado y duermo tranquila, aunque todavía destrozada por el jetlag que cae sobre los párpados como un deseo irrefrenable de una cama blandita y sin un solo ruido. El paseo hacia la oficina internacional de Yale me deja ver que este sitio más que de película sobre campus anglosajones es de cuento. Preciosos edificios de la universidad, calles pequeñas, arbolitos. Hago la identificación entre un racimo de estudiantes chinos. Pasamos una hora aprendiendo sobre safety y descubro que la mitad de las cosas de esta universidad son gratuitas toda vez que pagas la ruina maravillosa de sus matrículas. El autobús, por ejemplo, que todavía no sé dónde para el que me corresponde pero que con la id de la universidad te permite subir gratis y viajar por él todo el día. Voy corriendo al edificio del Departamento de Español y te juro que podría llorar con el <i>mijita </i>de Ginny, la señora que se ocupa de la administración. Apenas un saludo rápido pues la cita con mi supervisora es mañana y salgo corriendo a matricularme, a por la dichosa ID card sin la cual no eres nadie en este sitio. Luego, compruebo con alegría que ninguna de mis dos tarjetas de crédito funciona pero de la nada surge un maldito banco santander. No está conectado a la matriz española pero me sirve, me sirve la plaquita pequeña "hablo español" en el pecho de la muchacha a la que cuento mi vida. Tengo account, puedo mandarme la plata, sí. Y pagar entonces un sólo tax de cambio de divisa y ya en New Haven mi tarjeta, mi cash, sin más comisiones. Me encamina hacia la tienda de teléfono donde conseguir el número que necesito. Hay una palabra que no me sale en inglés pero no distingo racialmente si la criatura que me está atendiendo me puede ayudar. Él sí distingue mi joder con jota y garganta y saluda Puerto Rico. Tengo teléfono prepago, tengo conexión, dejaré de mendigar wifi con mosqueo porque claro, mi patata telefónica española no te creas que pilla bien todo el wifi gratis -que es poco- que hay por aquí. En el banco me han dado tres cheques y me preocupa que mi landlord se mosquee. Hay un sitio que vi el primer día que se llama Chipotle y que yo pensaba cadena pero no, emprendedores locales, pero bendita la hora please, bowl of carnitas, black beans, claro, no me eches eso, la salsa que pique, queso, gracias. Diet coke. Y aunque no son ni de lejos las mejores que he probado me hacen llorar un poquito. Mi casero viene a buscarme, maleta a casa. La subimos en el montacargas, Matthew no ha llegado todavía. Firmo papeles, le doy el cheque explicándole mi drama bancario y pidiéndole unos días para ir a cobrarlo. Todo ok. Pensaba comprar pero ante la muerte total de mis malditos plásticos no estoy muy convencida. Harry me enseña el super próximo que me fascina porque no entiendo nada, pero vamos a paso ligero: aceite, café, leche, ensalada, verdura, pasta, tomate, mañana más. Me lleva a Ikea y se gana, claro, el título de landlord. Tendría que comprar una mesa, una lámpara, lo urgente sin embargo es la ropa de cama para un colchón en el que no he pensado mucho, entiéndeme, lo intuyo festín de CSI y las credit cards están muertas, una de verdad y otra porque no fui rápida al autotransferirme las pelas. Me gano una bronca de abuelo, exactamente eso en perfecto inglés porque parece ser que tengo cara de buena gente, que no voy a escapar de New Haven, que Yale, que en fin chica despierta aunque mi inglés salga a trompicones así que Harry el landlord paga los 90 dólares y me da con sorna el ticket y yo le rezo al citibank y a los gestos extraños de cierta humanidad comprensiva, auque sea en dineros, entiéndeme, de esta gente. De vuelta al apartamento ya ha regresado también mi compañero que con la que intuyo novia se afana con sus propios dramas de Ikea. Les pido un destornillador señalando la cabeza de los tornillos porque no sé cómo se dice. Necesitaré no obstante uno mejor hoy: no soy capaz de apretar las patas de la mesa y lamento el set que dejé en casa, el eléctrico, que este chico tenga la caja de herramientas más lamentable que haya visto un primogénito. Entiendo que salen a comprar la cena y se ofrecen a traerme lo que sea, le digo que no se preocupe, voy a prepararme una ensalada y dormir. Pero llegan antes de que yo empiece con la cena. Reconozco que me da cierto reparo la convivencia extraña porque el tipo lleva solo muchos meses aquí y, claro, tiene todo tomado. Pero es majo, claro, good for sharing, creo entender. Así que mientras me hago la ensalada él y su chica me ofrecen una copa de vino blanco que no sé ni a qué sabe pero bien, desde luego, para mí ahora. Y hablamos de la cocina, del barrio, intercambiamos teléfono, me dice usa todo lo que veas sin preguntar, cacharros, especias, comida, todo. No es el paradigma del orden pero es definitivamente nice aunque quedará por ver si la franqueza es entonces resquicio de lo humano o parte del rito that's how americans we are. Caigo redonda, repentina, en mis sábanas rojas sin casi tener tiempo de apagar la luz. Me desvelo demasiado temprano, aún no ha amanecido y abro el correo mientras veo la luz elevarse y mando los mensajes que avisan del nuevo teléfono y pienso qué hora es en España y echo un vistazo al reloj para calcular si será posible skype antes de salir a encontrarme con mi supervisora y pienso estrenar la taza que Natalia me regaló antes del viaje y tu correo me hace pensar en Enzo y su luz y en el mar y en que septiembre allí será de otra manera porque aquí todo el mundo abraza rutinas y yo abrazo una alerta aunque estoy bien, eso que me preguntabas al principio, bien. Sin condiciones, sin adjetivos. Y no sé a veces si asustarme o si es simplemente que tiene que ser así, que es así, que he dejado, por fin, de verme a mí misma débil o enferma.<br />
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<a href="http://photos-f.ak.instagram.com/hphotos-ak-xaf1/10691872_1483203061966965_1418513771_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://photos-f.ak.instagram.com/hphotos-ak-xaf1/10691872_1483203061966965_1418513771_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
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Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-23478198242087105252014-09-08T12:56:00.000+02:002014-09-08T12:56:39.245+02:00Equipaje para el otoño<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Aún no tengo claro dónde viviré estos tres meses en New Haven. Es probable que alquilar un apartamento o una habitación no sea posible hasta que esté allí, dado que además me faltan cinco días para volar.<br />
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No me importa y ése es el mayor aprendizaje de este año.<br />
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"Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde". Se viene conmigo el impacto rotundo de dos versos que he leído, visto en las paredes del metro, sentido míos, sin entender en absoluto, durante tantos años.<br />
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdlG0wT5q_T8qwICITpkmYckn7d-d7H_krKwT43G0YaIyGGrx12nVrBvIb-efiP3OHjTMKZ9tfDesPG-Rv7nYGptECzrbJZa-3PWcCMA0o8gRyyZlF0ItJfawS0dWqsXq3ctRLjYF2llU/s1600/80310003.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjdlG0wT5q_T8qwICITpkmYckn7d-d7H_krKwT43G0YaIyGGrx12nVrBvIb-efiP3OHjTMKZ9tfDesPG-Rv7nYGptECzrbJZa-3PWcCMA0o8gRyyZlF0ItJfawS0dWqsXq3ctRLjYF2llU/s1600/80310003.JPG" height="212" width="320" /></a></div>
<br />
Así la idea del trapecio, la atracción por el filo. Puede que hasta ahora lo imaginase con red, esa metáfora con protección ante la caída. Ahora sé que no hay. Que yo soy responsable de no caerme o de lo que me ocurra si lo hago.<br />
<br />
En este tiempo he venido a entender mis amadas mitologías, los teoremas que como intuición en parte fallida me han acompañado. El mito de Sísifo, el absurdo, Camus. Existencia. Eso que siempre me ha llamado, me ha dicho, en lo que me he visto reconocida. Eso que de pronto es mi propia piel, mi cuerpo, mi conducta.<br />
<br />
La comprensión no es lectora sino física. Con la comprensión lectora está visto que una puede engañarse o llevar el entendimiento hasta el punto en el que está dispuesta a aceptar las consecuencias de lo leído. Con el cuerpo no. Cuando el pensamiento se encarna, no.<br />
<br />
El equipaje para mi otoño en Nueva Inglaterra es aceptar por primera vez que mi vida depende sólo de mí en lo tocante a decisiones y consecuencias. Que cada pequeño paso es libre porque la responsabilidad es propia. Que la libertad es una conquista dolorosa porque en el fondo sólo de forma íntima somos libres a palabra plena. Que todo eso se sostiene en la felicidad precaria del amor, al calor de la tribu.<br />
<br />
El equipaje es saber que podría morir mañana pero, por primera vez, no me da miedo.</div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-75327362779459175542014-08-16T20:17:00.000+02:002014-08-16T20:17:07.647+02:00Lo nuevo circular<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://photos-a.ak.instagram.com/hphotos-ak-xpf1/10387961_567382566706272_2139475766_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="http://photos-a.ak.instagram.com/hphotos-ak-xpf1/10387961_567382566706272_2139475766_n.jpg" height="320" width="320" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">#northern exposure</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<div style="text-align: justify;">
El pensamiento racional es lineal. El del cuerpo, cíclico. Lo segundo se olvida si se pierde la costumbre de pararse a estallar de vez en cuando. No hablo de caos, hablo de consumir un ciclo, ser consciente de que para su continua renovación, la vida requiere todos los estados. Empujar la piedra de Sísifo con ahínco virgen ante cada/ la misma montaña.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero el pensamiento del cuerpo es cíclico. No se trata de llevar heridas, cicatrices, daños. La memoria de la carne no funciona de esa manera. Es una película en la piel, un nuevo estado, un cuerpo nuevo. Cada giro, cada vuelta, ser la misma persona y distinta. Detenerse a estallar es dejar que el cuerpo vuelva a situarse, se deje ser, sienta, nuevo y distinto también.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Que las marcas en el cuerpo no sean mácula. Que sean también el cuerpo. Que no puedan distinguirse como excepción o alerta, que nos vistan y sean parte sin ser brecha o alarma, siendo nada más lo que somos, la carne que tenemos, la suma de dicha y dificultad, la certeza de lo precario en la luz, del instante poderoso de la luz. </div>
</div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-12132098367188505642014-06-20T18:42:00.001+02:002014-06-20T18:42:51.579+02:00Eleanor Abernathy Inspiration<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="text-align: justify;">
Después de dos horas revisando la web de Yale y todo lo que necesito para formalizar mi estancia de investigación de este otoño al otro lado del charco, me he puesto a buscar capítulos de los Simpsons para combatir la desazón ante la premura de plazos y los muchos papeles. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No tengo claro si acabaré como en la foto por obra y gracia de aumentar la familia felina o por el susto que tengo encima ante el primer viaje transatlántico, la super universidad que me acoge, ese inglés que se supone que sé, esta burocracia hispana lenta como el caballo del malo, ese poco tiempo para tantas cosas... </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En todo caso, mis oraciones por la buena marcha del proceso se las hago a ella:</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0qlXafY_mutk-kzBh6DHcYKD1iiYjejCifvfuVmHoJpAPYkfuj1WeTjcsOVvQqslQT_L52fuKNIv9lUGAsUZpepTCh8H-1DFPB30Q3LPoLEGkWdqGZyaq-PyAwZ9Mm65_V4-mQKFy5uE/s1600/crazy-cat-lady-4-2.png" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi0qlXafY_mutk-kzBh6DHcYKD1iiYjejCifvfuVmHoJpAPYkfuj1WeTjcsOVvQqslQT_L52fuKNIv9lUGAsUZpepTCh8H-1DFPB30Q3LPoLEGkWdqGZyaq-PyAwZ9Mm65_V4-mQKFy5uE/s1600/crazy-cat-lady-4-2.png" height="320" width="192" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">La loca de los gatos cuando ya no es abogada por Yale</td></tr>
</tbody></table>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br /></div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-84053149794561361522014-06-13T10:22:00.000+02:002014-06-13T10:22:45.498+02:00Elogio de una mesa<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="text-align: justify;">
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEeM0ANwghKN8O6NmkgSKBNOGgL9lr2bJGkm1SRjwtFiKoGEA0lpu5IhSvLJ9669TYbVjIqKiTW-ZHyGnHKJ_vPSxAp_9OEFukXaWkzhlznOet976zq-IUE8z3qJBjrxDB8ZejqpeR_mk/s1600/DSCN0028b.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiEeM0ANwghKN8O6NmkgSKBNOGgL9lr2bJGkm1SRjwtFiKoGEA0lpu5IhSvLJ9669TYbVjIqKiTW-ZHyGnHKJ_vPSxAp_9OEFukXaWkzhlznOet976zq-IUE8z3qJBjrxDB8ZejqpeR_mk/s1600/DSCN0028b.jpg" height="300" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Cuarteles de invierno en Vetusta City</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<br />
En cuestión de unos días, el orden más o menos tranquilo de las cosas ha sufrido un temblor. Inicias una etapa con la idea de aceptar la indefinición, el día a día, lo que suceda. No de forma pasiva, pero sí dejando de lado tu tendencia al exceso de intervencionismo. Y, de repente, todo se pone patas arriba.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En unos meses, la dueña de la mesa de la foto y esta que escribe ya no seremos vecinas. Dos viajes, dos mudanzas más temprano que tarde, dos etapas en el trabajo que abren horizontes y abismos. Pero Noelia y yo nos hemos hecho muy fuertes en los meses que hemos compartido mesa, así que nos tengo confianza.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Me encantan las cocinas de las casas porque guardan el corazón. Me encantan las mesas y lo que se pone en ellas: del alimento a las tripas, de la alegría al miedo. No por tópico es menos importante celebrar la compartura y la amistad.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y a lo mejor suena un poco a canto pretecnológico pero en tiempos de explosión comunicativa en canales y formatos, yo celebro cada día más las voces queridas, poder poner sobre un trozo de madera algo que beber y algo que hablar: porque en silencio y solas somos peores personas, algo más cobardes y mezquinas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Por eso ahora que todo cambia, elogiar la mesa que ha servido de refugio en este tiempo -este sí- de transición es quizá una manera pudorosa de elogiar a su dueña y sus dones para la vida y el rescate. Y sabrá perdonármelo, claro, que por algo se sostiene este noviazgo ;)</div>
<br /></div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-38225321227741841332014-05-20T17:44:00.000+02:002014-05-20T17:44:47.924+02:00Estado de Vacaciones<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
Desde el primer año de facultad, el fenómeno de la desaparición progresiva de la voluntad de trabajo desde más o menos abril hasta el curso siguiente no ha dejado de sorprenderme. En las semanas con una carga mayor de curro (por congresos, por exámenes, por entregas), la voluntad abandona el cuerpo y los cuerpos el campus, despoblando el territorio conocido si no es para pasar los ratos en el césped, al sol.<br />
<br />
No diría que es una enfermedad sino un estado del ánimo y la cabeza que un día te hace darte cuenta de que ya está, se acabó, has alcanzado tus límites de conocimiento y pensamiento reglado por año y de pronto sólo quieres dedicarte a tus labores y, desde luego, hacerlo lejos del recinto universitario. Lo malo es que por lo menos hasta finales de junio a todo el mundo (profesorado incluido, me temo) le toca disimular.<br />
<br />
Este año me he descubierto pensando que lo que me acecha a la vuelta de un domingo de terracitas y sol no es exactamente el Estado de Vacaciones sino el Estado de Viaje. Y no parece transitorio. Una alerta, una sensación sólo en parte física de que he entrado en un movimiento permanente, en una itinerancia contra la que no hay resistencia que oponer. Si acaso, cierta negociación para el reposo en las fronteras.<br />
<br />
Y aunque vacaciones y viaje, como estados del cuerpo y la mente, no tendrían por qué parecerse mucho, hay un resquicio pequeño en el que se cruzan que tiene que ver con la incertidumbre. De las vacaciones me gusta abandonar la planificación. El Estado de Viaje, en muchas ocasiones, la socava o la impide. Así que de ambas formas me encuentro dejándome vivir por los acontecimientos más inmediatos, sean el hambre, el sueño o la imposibilidad de controlar otras contingencias.<br />
<br />
Por eso este año han aparecido ambos a la vez después de un fin de semana con cena que avanza las que favorece el buen tiempo, ratos tranquilos en casa, sol para sacar a pasear un vestido de verano. Para la parte del trabajo no es del todo una buena noticia, aunque son diez años de entrenamiento para poner la mente en automático y olvidarse de todo lo demás; para la parte de vida el arranque de la temporada no podría ser mejor. Viaje. Precipicio. Trapecio.<br />
<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="http://photos-c.ak.instagram.com/hphotos-ak-frc/10369446_1547478028812562_12786210_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="http://photos-c.ak.instagram.com/hphotos-ak-frc/10369446_1547478028812562_12786210_n.jpg" height="400" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Cena chez Paraguas</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br />
<br /></div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-59058179033207495352014-05-15T15:39:00.000+02:002014-05-15T15:39:08.851+02:00El orden de las pasiones<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="text-align: justify;">
Al llegar a la casa, había algunos muebles. Probablemente escogidos por la agencia de alquiler: mucho blanco de Ikea y una teórica funcionalidad: dónde comer, dónde dormir, dónde sentarse a ver la televisión y dónde poner la tele en sí. Ni una estantería.</div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Y aunque parte de mis buenos propósitos de esta nueva vida felina tiene que ver con combatir mi necesidad de control y de orden (y la ansiedad derivada de no poder hacer ni una cosa ni la otra), eso no significa que el caos en el espacio de mis cosas entrase en mis planes.</div>
<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiLTmhyphenhyphen7-veVKsMwzCw-16ddMuz170w-j5bPEo5PFt3LwNmiD94hXyxw0bst5-1qUlBq6s4YcWkS7GpYzELbW_93sZgGj7E4_cHReXfdXN8peRoz46iH4MGyqUDfjWHs-WP7q9FtMO2TE/s1600/cosos.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjiLTmhyphenhyphen7-veVKsMwzCw-16ddMuz170w-j5bPEo5PFt3LwNmiD94hXyxw0bst5-1qUlBq6s4YcWkS7GpYzELbW_93sZgGj7E4_cHReXfdXN8peRoz46iH4MGyqUDfjWHs-WP7q9FtMO2TE/s1600/cosos.jpg" height="283" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Estantería DIY</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
Tal vez por trabajo ahora me pregunto más sobre el espacio y lo que significa habitarlo, existir en él. Pero lo cierto es que siempre me ha afectado mucho mi entorno en un nivel puramente material, como contenedor del cuerpo: disposición de objetos, limpieza, estética... </div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Y cuando hace seis meses largos llegué a esta casa, necesitaba poderosamente disponer todo de forma que mi estantería de libros o mi estantería de "cosos" o los cuadros de las paredes formasen parte del relato de mí misma en este tiempo de una forma orgánica, no impostada.</div>
<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjy-C1YXl1-EFd7HcjSsqxPLqRfw-xh4HXqiTQpKFBmz3JryM72BDag7-9xvAjEUu1ZKqT2uBKadKtkWDu5XjRRS79OibFcmvosk1OjQ0sf1M8252qTkM6VvVZPyRlQpgz1_JfuHQlbKm4/s1600/libros.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjy-C1YXl1-EFd7HcjSsqxPLqRfw-xh4HXqiTQpKFBmz3JryM72BDag7-9xvAjEUu1ZKqT2uBKadKtkWDu5XjRRS79OibFcmvosk1OjQ0sf1M8252qTkM6VvVZPyRlQpgz1_JfuHQlbKm4/s1600/libros.jpg" height="400" width="340" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Estanterías librescas</td></tr>
</tbody></table>
<br />
<br />
<div style="text-align: justify;">
El reto ha sido hacer esto de forma secuencial: tener paciencia y no construir artificialmente la casa por la prisa de verla "bonita". Al contrario, un poco por economía y otro poco por autodiagnóstico mental, a esta cueva le ha ido brotando el ritmo de a poquitos. </div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Y está bien, aunque no haya estores en el salón, manera de subirse a los armarios altos sin utilizar las sillas o espacio suficiente para las cazuelas. La política de calma va dando buenos frutos. No falta, claro, una ayudante que se ocupa de señalarme qué cosas están en mal sitio, es decir, a su peligroso alcance:</div>
<br />
<table align="center" cellpadding="0" cellspacing="0" class="tr-caption-container" style="margin-left: auto; margin-right: auto; text-align: center;"><tbody>
<tr><td style="text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTxD8ya11dIPLbY_kD-FyAWNND_YjWoXJiiGI82iMb5GeL64QaoPybV1X5SzT3XL2-6Dsw2fXpUri5sQTWmIzPHA5aQ8D5wgswxNWo3ERNaLCzMibXGamw6zP2hXvKVhnzCbu0I-UJLTc/s1600/DSCN0004b.JPG" imageanchor="1" style="margin-left: auto; margin-right: auto;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhTxD8ya11dIPLbY_kD-FyAWNND_YjWoXJiiGI82iMb5GeL64QaoPybV1X5SzT3XL2-6Dsw2fXpUri5sQTWmIzPHA5aQ8D5wgswxNWo3ERNaLCzMibXGamw6zP2hXvKVhnzCbu0I-UJLTc/s1600/DSCN0004b.JPG" height="300" width="400" /></a></td></tr>
<tr><td class="tr-caption" style="text-align: center;">Talita con cara de buena</td></tr>
</tbody></table>
<br /></div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-1181360539566599745.post-48167571454736363642014-05-13T22:27:00.000+02:002014-05-13T22:30:04.084+02:00Buscadora<div dir="ltr" style="text-align: left;" trbidi="on">
<div style="text-align: justify;">
Cada persona afronta el cambio con una actitud distinta. Normalmente, yo lo llevo mal. Aunque sea la agente de ese cambio, aunque no escatime en tormentas para lograrlo. Pero... el miedo se controla mejor con los falsos ejercicios de orden y por eso cuesta aceptar la alteración de normalidades que, mal que bien, nos esconden aunque creamos que nos cobijan.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mi amiga y vecina Noelia dice, sin embargo, que hay personas que somos buscadoras. Bajo esa primera capa de miedo a aquello que no controlamos, el impulso tira siempre hacia la exploración. Para ella, eso nos salva. La búsqueda. Convertir el camino en búsqueda y, por tanto, en aprendizajes. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Visto así, el mundo que creemos desmoronándose adquiere otros matices. Explorar el corazón. Explorar el trabajo. Explorar la escritura. Explorar el cuerpo. Explorar los ritmos y los tiempos para aquellas pequeñas cosas que ayudan al equilibrio de todas las demás. Que el miedo no nos someta en el proceso.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando Laura conoció la casa nueva -el cobijo de esta búsqueda desde hace ya algunos meses- dejó un mensaje en la pequeña pizarra que yo misma colgué en la todavía más pequeña cocina:</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://photos-e.ak.instagram.com/hphotos-ak-prn/1517099_1386610698259500_1847169676_n.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://photos-e.ak.instagram.com/hphotos-ak-prn/1517099_1386610698259500_1847169676_n.jpg" height="320" width="320" /></a></div>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Por eso, entre todo el caos, volver a los proyectos que una vez intuí como viables, interesantes, estímulos. ¿Un blog para conciliar trabajo, escritura y lo que vulgarmente llamamos aficiones? ¿Tan personal? ¿Otra vez, tú que tantos blogs adolescentes a tripa abierta? ¿Otra vez, tú que apenas fuiste capaz de tomártelo en serio unos meses cuando lo creaste? </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Somos de Sísifo, de dar cabezazos contra la misma pared, de encariñarnos con las piedras y no cejar. Testarudas, vaya.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Bienvenidas y bienvenidos de nuevo. Nos resituamos.</div>
</div>
Alba González Sanzhttp://www.blogger.com/profile/18410235879360047452noreply@blogger.com0