13.6.14

Elogio de una mesa

Cuarteles de invierno en Vetusta City


En cuestión de unos días, el orden más o menos tranquilo de las cosas ha sufrido un temblor. Inicias una etapa con la idea de aceptar la indefinición, el día a día, lo que suceda. No de forma pasiva, pero sí dejando de lado tu tendencia al exceso de intervencionismo. Y, de repente, todo se pone patas arriba.

En unos meses, la dueña de la mesa de la foto y esta que escribe ya no seremos vecinas. Dos viajes, dos mudanzas más temprano que tarde, dos etapas en el trabajo que abren horizontes y abismos. Pero Noelia y yo nos hemos hecho muy fuertes en los meses que hemos compartido mesa, así que nos tengo confianza.

Me encantan las cocinas de las casas porque guardan el corazón. Me encantan las mesas y lo que se pone en ellas: del alimento a las tripas, de la alegría al miedo. No por tópico es menos importante celebrar la compartura y la amistad.

Y a lo mejor suena un poco a canto pretecnológico pero en tiempos de explosión comunicativa en canales y formatos, yo celebro cada día más las voces queridas, poder poner sobre un trozo de madera algo que beber y algo que hablar: porque en silencio y solas somos peores personas, algo más cobardes y mezquinas.

Por eso ahora que todo cambia, elogiar la mesa que ha servido de refugio en este tiempo -este sí- de transición es quizá una manera pudorosa de elogiar a su dueña y sus dones para la vida y el rescate. Y sabrá perdonármelo, claro, que por algo se sostiene este noviazgo ;)

2 comentarios:

  1. Yo, durante años, soñaba con tener una casa propia para poder tener una mesa donde servir un vasito de vino a los amigos que pasaran. De hecho, es lo primero que miro/compro/arreglo cada vez que cambio de casa. Ánimo con los cambios; lo que evoluciona vive!

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    1. Jiji. Bueno, tú si pasas por Oviedo antes del 31 de julio todavía bebes un vaso en la actual mesa, que después hay un viaje y una mudanza y vete tú a saber dónde apoyaremos las cosas :)

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