8.9.14

Equipaje para el otoño

Aún no tengo claro dónde viviré estos tres meses en New Haven. Es probable que alquilar un apartamento o una habitación no sea posible hasta que esté allí, dado que además me faltan cinco días para volar.

No me importa y ése es el mayor aprendizaje de este año.

"Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde". Se viene conmigo el impacto rotundo de dos versos que he leído, visto en las paredes del metro, sentido míos, sin entender en absoluto, durante tantos años.


Así la idea del trapecio, la atracción por el filo. Puede que hasta ahora lo imaginase con red, esa metáfora con protección ante la caída. Ahora sé que no hay. Que yo soy responsable de no caerme o de lo que me ocurra si lo hago.

En este tiempo he venido a entender mis amadas mitologías, los teoremas que como intuición en parte fallida me han acompañado. El mito de Sísifo, el absurdo, Camus. Existencia. Eso que siempre me ha llamado, me ha dicho, en lo que me he visto reconocida. Eso que de pronto es mi propia piel, mi cuerpo, mi conducta.

La comprensión no es lectora sino física. Con la comprensión lectora está visto que una puede engañarse o llevar el entendimiento hasta el punto en el que está dispuesta a aceptar las consecuencias de lo leído. Con el cuerpo no. Cuando el pensamiento se encarna, no.

El equipaje para mi otoño en Nueva Inglaterra es aceptar por primera vez que mi vida depende sólo de mí en lo tocante a decisiones y consecuencias. Que cada pequeño paso es libre porque la responsabilidad es propia. Que la libertad es una conquista dolorosa porque en el fondo sólo de forma íntima somos libres a palabra plena. Que todo eso se sostiene en la felicidad precaria del amor, al calor de la tribu.

El equipaje es saber que podría morir mañana pero, por primera vez, no me da miedo.

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